Ábrelo.
No tengas miedo y tira del manillar, abrirás un cajón de sueños, locuras, canciones, risas y lágrimas mezclados sin orden alguno...
Descubrirás mi mundo, unico e irrepetible al igual que el tuyo, un mundo lejano y cercano, normal y extraño, alegre y triste, silencioso y musical, enorme y a la vez tan pequeño que cabe en un cajón...

24/4/08

¡¡Ya falta pocoo!!



¡¡El lunes me voy a Asturiaaas!! :D soy feliiz XD
Ayer entregaron los premios del concurso cutre de literatura del insti, ¡¡gane el primer premioo!! :D:D:D:D soy mas feliiiiiz ^^ es un concurso cutrisimo (participo el relato de la entrada anterior. Si, ese que tuvo tantos comentarios XD Gracias por comentar ^^) pero a mi me sigue haciendo mucha ilusiooon :D
tengo 60 € para gastar en el corte ingles y no se ni lo que compraaar T.T voy mañana con alberto y damaris que tambien ganaron premios XD y despues se acopla mas gente y vamos al billar y a cenaar :D
y el sabado en un club de tenis de claudia asan unos cerdos y a lo mejor voy... wiii
Esta semana no tuve clase ni hoy ni el martes... geniaal!! ya me se sociales y me quito el examen mañana, ya tengo casi hecho el trabajo de lengua, la tarea terminada... soy feliiiz!!

Y bueno... como habran podido comprobar... ¡soy feliiiiz!! XD















PD: si... soy un poco repetitiva... XD ¡pero soy feliiz! :D

PD2: que entrada mas idiota XD pero me da iguaaal :D (no pregunten porqué me da igual, creo que podria morir si oyen una vez mas la dichosa frase xDDD ¡soy feliiiz!! feliiiz!!

8/4/08

¡Un año!

¡Hola! Hoy hace justamente un año que abri este blog sin muchas esperanzas de comentarios... Bueno, parece que mis esperanzas se cumplieron xDDD Mil gracias a todos los que comentan/han comentado en mi blog, siempre me hacen mucha ilusion las opiniones ^^ ¡Sigan asi! XD
En este año el blog ha sufrido algunas transformaciones... no me acuerdo que plantilla tenia yo antes de esta o.O Todo lo que se deja de usar (o muere) se olvida... O casi todo (espero)
Dejo este relato de una muerte que por suerte no ha ocurrido, pero me siento asi de todas formas por alguna razon, a pesar de que hoy fue un dia divertido y tranquilo, con muchas horas libres por razones estupidas (nº 1: la alarma de incendios se activo sola, y no podian quitarla asi que no se podia dar clase por el ruido, asi que tuvimos que esperar hasta que llegasu un tecnico... perdimos mas de 1 h XD)
Aquí queda el relato, para quien quiera leerlo.

Mi abuela (que asco de titulo, se aceptan sugerencias >.<)

Caminaba por las calles mojadas de una Barcelona invernal, envuelta en mi abrigo y agarrando un paraguas gris con fuerza, en un pobre intento de no mojarme. La lluvia parecía reflejar mi estado de ánimo: caía. Tarde o temprano, todos caen arrastrados por la muerte hacia una vida mejor. Una parte de mí se alejaba sin remedio, cayendo en un pozo sin fondo del que no volvería: el recuerdo de mi abuela. O al menos, eso es lo que nos dijo el médico. El cáncer avanzaba inexorablemente, como un ejército asesino en miniatura, escondido en su cuerpo. La quimioterapia había debilitado demasiado a mi abuela, que ya apenas podía levantarse de su cama.

Sin darme cuenta, ya había llegado a su edificio. Entré en el ascensor y subí hasta el cuarto piso. Saqué las llaves y entré silenciosamente en la casa de mi abuela, sintiéndome casi una intrusa en un mundo de recuerdos pasados.

Como en cualquier casa como esa, un paragüero lleno de bastones de todo tipo, sobrios u ostentosos, metálicos o de madera, pesados o ligeros, finos o gruesos, daba la bienvenida a los visitantes. A un lado, el salón, con un magnífico piano de cola como centro de atención, cuya tapa no escapaba de la marea de rostros y momentos atrapados en un papel, atrapado en un marco. El blanco y negro desgastado de sus teclas aún llenaba la casa, de vez en cuando, de alguna melodía que transporta a años anteriores, cuando las voces infantiles aún resonaban en el pasillo y una madre amorosa decía a sus hijos que era la hora de comer. Aunque en ese momento las únicas notas que sonaban eran las del silencio y la enfermedad, las de la tristeza; las notas de la muerte.

Era una de esas casas llenas de muebles viejos de madera maciza, pesados y resistentes, con miles de cajones secretos en los que se escondían recuerdos cuyo dueño probablemente hubiera olvidado. Esos muebles estaban cubiertos de pequeños objetos inútiles y decorativos, que en un tiempo anterior fueron de uso habitual. Teteras y tazas de porcelana, marcos con fotografías en blanco y negro, y recuerdos comprados en cientos de viajes recogían el polvo que les cubría con un manto gris de olvido, quitándoles el brillo que alguna vez les perteneció.

Las paredes estaban cubiertas a partes iguales por retratos y cuadros, y por estanterías que llevaban hasta el techo el conocimiento polvoriento de cientos, quizás miles, de libros que no recordaban la última vez que fueron abiertos. Las sábanas, toallas y servilletas bordadas mostraban dibujos, nombres y muchas horas de dedicación escondidas en armarios de cerraduras oxidadas cuyas llaves probablemente jamás sean encontradas.

Una de las habitaciones decía que en ella creció más de un niño: un circo en miniatura, ya casi en ruinas; juguetes de cuerda; muñecas de trapo; tebeos de otra época, cuyas tapas luchaban por no caer; una cuna con las sábanas aún puestas, sin una arruga, lo mismo que las camas de la litera del lado opuesto; un pequeño armario en el que aún podían encontrarse pequeñas prendas olvidadas…

Casi podía imaginar a mi padre y a mis tíos de pequeños, jugando allí felizmente, peleándose por cierto juguete o por ver quién conseguía hacer rodar mejor aquella vieja peonza. Y de fondo, siempre mi abuela. Haciéndoles reír, resolviendo sus discusiones, contándoles un cuento antes de ir a dormir. Con su inagotable energía, sus ganas de vivir, de conocer mundo, de ser feliz.

En la cocina, Teresa me dio la bienvenida. Era la mujer que limpiaba, cocinaba y cuidaba de mi abuela. Un cielo de chica, siempre dispuesta a ayudar. Había emigrado desde Ecuador, en busca de una vida mejor, y la había encontrado.

Miré al reloj de pared, tratando de descifrar sus elegantes pero ininteligibles números romanos, hasta darme cuenta de que eran las cinco y diez. Decidí ir a ver a mi abuela, para hacerle compañía.

— ¿Se puede?

— Sí, claro hija, pasa.

— ¿Cómo estás, abuela? ¿Algo mejor?

— Si, aunque sigo cansada y sin apetito. Tengo la barriga revuelta, siento que si trato de levantarme caeré para siempre…

Caer. Había usado la misma palabra con la que, hacía poco, yo había comparado la muerte. ¿Era casualidad? Un escalofrío recorrió mi espalda.

—No te preocupes, abuela, te pondrás bien… Seguro que sí, ya verás. Tú eres muy fuerte.

— No, niña… Siempre he sido fuerte, sí, pero la enfermedad me debilita mucho… Nunca me había sentido tan débil. He tratado de ganarle la batalla al cáncer, pero no he podido. Sé que moriré por su culpa, y lo acepto. Todos tenemos que morir, y pronto será mi turno.

— Qué cosas dices, abuela, seguro que te recuperarás —intenté infundirle algo de optimismo, pero era difícil darle algo que ni yo misma tenía.

— Sabes tan bien como yo, como tus padres, como tus tíos y como el médico que no es así. Moriré, pero tras una vida feliz. Una vida que nunca dejé de disfrutar, con tu abuelo, con tu padre y sus hermanos, y también contigo y con todos tus primos. Me has dado muchas alegrías, Ester, y quiero agradecértelo.

— Pero, abuela… No hace falta. Tú me has hecho feliz a mí también, con eso es mucho más que suficiente.

— Qué cosas dices. Cuando no esté aquí, con el tiempo todos los recuerdos que tienes de mí se borrarán. Quiero que tengas algo mío, para que nunca te olvides de mí, y así yo nunca me olvidaré de ti.

En ese momento se incorporó dificultosamente, y alcanzó una libreta que descansaba en su mesilla de noche. Sus tapas, algo desgastadas, mostraban un dibujo de la luna, semioculta tras una nube, reflejándose en el mar. Era realmente preciosa.

— Ester, toma esta libreta. La compré en uno de mis viajes, no recuerdo exactamente cuál. Durante años y años he dibujado en ella, sin que nadie lo supiese, todo lo que mi imaginación me proponía. Muchos no son más que esbozos hechos a prisa, ninguno de ellos tiene gran valor artístico. Pero son mis dibujos, los dibujos de media vida. Y ahora te pertenecen.

Apenas podía creer lo que oía. Estaba maravillada, tan emocionada que apenas me atrevía a abrir la libreta. Aquello era el mayor tesoro que nadie me podría dar nunca. Y se lo dije.

— Abuela… Gracias, mil gracias. Es el mejor regalo que me han dado nunca.

Y entonces la abracé, con cuidado de no hacerle daño, y con las lágrimas asomando a mis ojos. Sentí cómo me devolvía el abrazo, pero el suyo fue un abrazo débil, apagado, un abrazo que poco a poco… caía.

— De nada… Una última cosa: no mires los dibujos hasta que te hayas ido. No me gusta que nadie los vea frente a mí.

En ese momento vi un brillo en su mirada, un brillo de esperanza e incluso algo del optimismo que había tratado de insuflarle. Por un tiempo, pensé que ese brillo la reviviría, y todo sería como antes.

Sólo por un tiempo.

De pronto, vuelvo a la realidad. Otra tarde mojada, todavía en Barcelona. La lluvia cae, al igual que mis sentimientos, igual que los sentimientos de todos los que estamos aquí. Igual que el féretro de mi abuela, que poco a poco se hunde en la fosa que será su tumba. Igual que las lágrimas que caen por mi mejilla, mezcladas con la lluvia, hasta que se estrellan contra el suelo ya encharcado.

Me llevo la mano al bolsillo de mi grueso abrigo, para notar el reconfortante bulto rectangular del cuaderno de mi abuela. Me lo dio hace varios meses, cuando aún estaba viva. Desde entonces mejoró, todos creíamos que se salvaría, que volvería a ser ella. Pero entonces, cuando mejor estaba, cayó en picado. Unos días después de eso, murió.

Sólo entonces abrí su libreta. Sus dibujos, todos ellos hechos con lápiz, eran realmente bellos. Paisajes de todo el mundo pasaron ante mi mirada, y también personas. Algunas conocidas, otras no. En alguno de aquellos dibujos creí reconocerme de pequeña, pero no estoy segura de que realmente sea yo.

Ahora es demasiado tarde para preguntarle. Ha muerto, pero en mi corazón, y espero que en el de todos los demás, sigue viva.


Siempre lo estará.



PD: No me termina de convencer la foto... pero queria poner una mia y es la unica que me pegaba mas o menos con la historia... que pena no tener una del piano de mi abuela T.T