Ábrelo.
No tengas miedo y tira del manillar, abrirás un cajón de sueños, locuras, canciones, risas y lágrimas mezclados sin orden alguno...
Descubrirás mi mundo, unico e irrepetible al igual que el tuyo, un mundo lejano y cercano, normal y extraño, alegre y triste, silencioso y musical, enorme y a la vez tan pequeño que cabe en un cajón...

7/2/08

Para Elisa

De nuevo, aquella música. Aquella delicada melodía interpretada por un piano antiguo, por unas finas manos pálidas que flotaban como la brisa sobre un teclado ya amarillento. Aquellas suaves notas que tantas veces la habían acompañado en la oscuridad de sus días, trayéndole algo de luz y esperanza…
Quiso saber de dónde venía la canción, y de nuevo sintió aquel abandono, la impotencia, el dolor en su pierna y, por encima de todo aquello, sintió la oscuridad más pesada que nunca sobre sus ciegos ojos azules. Pero no desistió. Se esforzó por escuchar de qué dirección provenía la música, cuán lejos debía estar el dueño de aquellas bellas manos que había imaginado tantas veces durante las horas muertas en aquella blanca, pero a la vez tan negra, habitación de hospital.
De pronto, la canción llegó a su fin, y Elisa se sintió abandonada de pronto, sola en un barco que navegaba a la deriva entre las oscuras aguas de una noche infinita, como si alguien hubiese apagado la luz invisible del único faro que podía guiarla…
-Para Elisa-oyó.
En un primer momento supuso que alguna enfermera le traería la comida, pero se descubrió pensando que aquella no era la voz de ninguna de las enfermeras que conocía. Se dio cuenta de que aquellos días en el hospital ya habían afinado mucho su oído, y eso ayudó a disipar, en parte, su tristeza. Recordó cómo al principio todo lo que oía no era más que un barullo atenuado de voces, pisadas y puertas que se abrían y cerraban, ajenas a lo que pasaba en el interior de las habitaciones a las que cedían el paso. Ahora podía distinguir quién hablaba en cada momento, hacia dónde se dirigían aquellos tacones, en qué parte de la habitación estaba el móvil que estaba sonando, si el coche que acababa de pasar iba rápido o muy lento… Lo que nunca conseguiría averiguar era el aspecto de cada rostro, el color del traje de aquel visitante, el modelo del nuevo todo terreno del doctor…
Coches. Se estremeció sólo de pensar en la última vez que había subido a uno. La última vez que había visto a su hermano quejarse por tener que sentarse aún en la sillita. La última vez que su madre les había dicho que se pusiesen el cinturón. La última vez que su padre había gritado. La última vez que había visto luz.
“Voy a tener que acostumbrarme a esto”, se dijo con resignación, una vez más, como sabía que seguiría haciendo durante mucho tiempo. Volviendo a la realidad, pensó que debía decir algo.
-¿Qué es para mí?-preguntó, sin saber si había alguien cerca que la escuchase.
-¿Qué has dicho?- era la misma voz femenina de antes; dulce suave, delicada, como si de un momento a otro pudiese romperse en mil pedazos de cristal.
-Si… si algo es para mí. Soy Elisa, ¿qué es para mí?- oyó una risita, ¿se burlaban de ella? ¿Por qué? Sabía que sus movimientos eran torpes y desorientados, que miraba sin ver, pero no merecía las risas de nadie. Estaba herida-. ¿Por qué te ríes de mí?
-No me río de ti… Y lo siento, tampoco tenía nada para ti, sólo murmuré el nombre de la canción que estaba escuchando, Para Elisa. Te llamas así, ¿verdad?
-Sí… ¿Quién estaba tocando la canción?- notó que el pulso le aumentaba, ¡al fin iba a conocer al pianista que tantas veces había imaginado! Ni se le planteó la posibilidad de que, en un hospital, muy difícilmente podía haber un piano.
-No… No la tocaba nadie. Es una grabación-. “Oh, no. No puede ser cierto”. De pronto, la luz intermitente de aquel faro pareció apagarse para siempre. El pianista de sus sueños no existía, no vendría a rescatarla de aquel horrible lugar, que tanto le recordaba a su familia, a pesar de no tener nada que ver con ellos. La oscuridad se hizo más negra, el silencio más callado-. Pero la grabación la tocó mi madre.
-¿Por qué no estás con ella? ¿Por qué no viene a tocártela ahora?
-Está… está… Está muerta. Pero no lo sientas, no es culpa tuya. Tu madre también murió, ¿verdad?
Elisa intuyó, por tan sólo un momento, que aquel era el comienzo de una amistad. De una gran amistad.



¡Hola! Es un relato que podria formar parte de una historia mas larga, que no se si escribir. Unos dicen que si, otros que no. A mi me gustaria seguir, pero no se, porque dicen que el relato perderia su encanto. ¡Necesito ayuda! Cada vez que empiezo una historia la acabo abandonando, no quiero hacer lo mismo con esta si es que la escribo. Si empiezo, quiero terminar. Por dos personas lejanas y cercanas. Y porque me lo propongo. Pero por otra parte me da miedo no terminar, por lo que seria mas facil dejarlo asi, como un relato... Nah, esto de elegir lo facil no es lo mio, creo que la voy a escribir. Pero de todas formas me gustaria saber su opinion, que siempre es de ayuda ^^
¡Muchas gracias por leer!
Lauris ^^

2 comentarios:

Ita N. dijo...

Si hay más que contar, cuéntalo, porque siempre vale la pena escribir cualquier historia... aunque al final no la lea nadie, aunque sólo la conozcas tú...
Me ha gustado mucho el relato, Elisa, ciega, acostumbrándose, esa voz que le dice que el "Para Elisa" de la grabación lo tocó su madre muerta (es... otra paciente? una enfermera nueva?)... Me intriga...
Buen relato ;)

Lauris dijo...

Gracias por comentar ^^ Y... si, es otra paciente, pero con mis grandes conocimientos sobre como se organiza un hospital no se si en realidad llegarian a estar en la misma parte o.O Es algo que tendria que investigar.